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Podrido y no maduro

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El domingo 28 de julio hubo elecciones presidenciales en Venezuela, cuyos resultados no sabremos nunca con precisión, aunque, como se explicará aquí, Maduro no fue elegido presidente. Y no es extraño que así haya sido, pues el hartazgo de los venezolanos es inocultable tras 25 años de pobreza, inmigración masiva y corrupción. En efecto, el chavismo ha destruido el país, ha acabado con las clases medias y ha puesto en fuga a ocho millones de venezolanos.

La oposición venezolana ha ganado sin duda las elecciones: «Con las actas que tenemos (más del 40%) es claro que Venezuela tiene razones para celebrar la victoria de los demócratas», ha dicho María Corina Machado, y es preciso creer que dice la verdad.

Sin embargo, el tal Maduro salió a los medios gritando su victoria, cosa que solo se creyeron los gobiernos dictatoriales, como China, Rusia, Cuba. Nicaragua… y también la extrema izquierda (Sumar y compañía) que forma parte del Gobierno español. Quien no tiene ninguna duda del triunfo revolucionario es Juan Carlos Monedero, cofundador de Podemos, que ha protagonizado un gran papel durante la campaña electoral de Maduro, además de convertirse en maestro de ceremonias en el sistema de propaganda bolivariana. También se subieron a este carro infecto personajes como Enrique Santiago y Alfredo Serrano.

Pero países como Chile o Brasil, con presidentes de izquierda, no se han creído el fraude y exigen —como el ministro de Exteriores español— que los datos se puedan contrastar.

Mientras en Venezuela el chavismo asesinaba en las calles al menos a diez manifestantes, la Organización de Estados Americanos (OEA) acusaba al chavismo de «distorsionar el resultado electoral con la manipulación más aberrante en un proceso sin garantías». Aparte de las críticas emitidas por el Gobierno norteamericano, el Centro Carter, que había acudido a Venezuela como observador y que iba a presentar su trabajo el martes 30 de julio, tuvo que suspender esa entrega y emitió un comunicado desde Washington denunciando lo que consideran un fraude sin paliativos:

«Ante el clamoroso fraude Zapatero huyó de los medios y con un cinismo increíble aseguró que su apuesta es ‘por el diálogo’»

«La peor forma de represión, la más vil, es impedirle al pueblo soluciones a través de elecciones. La obligación de cada institución de Venezuela debía ser asegurar la libertad, la justicia, la transparencia del proceso electoral. El pueblo debía contar con las máximas garantías de libertad política para poder expresarse en las urnas y proteger los derechos de los ciudadanos a ser elegidos».

Como ha escrito el analista José Ignacio Torreblanca: «Orban, Maduro, Trump, Putin o Erdogan conciben las elecciones como un viaje de ida hacia el poder del que nunca piensan regresar. Unos lo llaman democracia iliberal, otros democracia popular, pero son la misma cosa: regímenes políticos sin pesos, contrapesos, división de poderes y, sobre todo, sin posibilidad de alternancia».

Para los socialistas españoles lo más tremendo de esta historia es que un expresidente de Gobierno que se llama José Luis Rodríguez Zapatero esté en estos momentos aplaudiendo al canalla de Maduro. A uno se le cae la cara de vergüenza viendo a esta persona en semejante postura. Ni siquiera apoyó al Grupo de Puebla del cual forma parte. De hecho, ante este clamoroso fraude Zapatero ha huido de los medios de comunicación y con un cinismo increíble aseguró que su apuesta es «por la paz y el diálogo», lo mismo que dice la élite chavista, un grupo sin vergüenza alguna que está forrado de dinero.

¿Por qué hace esto Zapatero? ¿Por dinero? Quizá sea ese motivo el menos denigrante; las demás explicaciones nos llevarían a pensar que Zapatero es imbécil.


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