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¿Progresistas?

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El profesor de Sociología de la Complutense Rubén Díez García recogía en un artículo publicado en El Mundo una pregunta que le había hecho a él un periodista argentino llamado Santiago Farrell: «¿Cómo pueden algunos líderes políticos en España, que se autocalifican como progresistas, mantener relaciones con el régimen de Maduro o incluso justificar lo que viene sucediendo en Venezuela?».

La pregunta no es baladí, pues el apoyo de este falso progresismo a una dictadura como es la de Maduro y sus chupópteros amigos no tiene fácil explicación si no es a través de una ideología preñada de prejuicios y de sectarismo. A pesar de las evidencias de las trapacerías del régimen chavista, tanto diputados de Sumar, Podemos o EH Bildu como profesores universitarios, sindicalistas, etc., se han atrevido a afirmar que las elecciones del 28 de julio en Venezuela fueron limpias, a pesar de que la comunidad internacional las ha calificado de fraudulentas, pues hay pruebas más que suficientes de que Maduro perdió las elecciones por goleada.

Tras el fraude electoral, pudimos ver en televisión junto al dictador Maduro a un profesor de la Complutense apellidado Monedero, alegrándose con grandes aspavientos del «éxito» electoral de su pagador. En su deplorable intervención, Monedero sin venir a cuento atacó a la presidenta de la Comunidad de Madrid, asegurando que Isabel Díaz Ayuso era falangista, no solo faltando a la verdad, sino olvidándose también de que esta mujer nació bastante después de la muerte de Franco, lo cual hace imposible que haya militado en la Falange. Y yo me pregunto cómo un tipo de esta calaña puede ser profesor en una universidad pública.

A esta evidencia en torno a la dictadura de Maduro se junta el apoyo y devoción de estos progres por regímenes como el cubano, que lleva arruinando aquella isla desde 1959 o la benevolencia respecto a la pareja nicaragüense Daniel Ortega y Rosario Murillo o el apoyo a Putin en su invasión a Ucrania.

«Lo peor es que representantes de estas facciones antidemocráticas forman parte del gobierno de España, ‘un gobierno de progreso’ en palabras de Pedro Sánchez»

Pero el sectarismo a favor de las dictaduras no acaba ahí: ¿alguien ha escuchado a alguna feminista de esta cuadra protestar contra el trato degradante que reciben las mujeres en Afganistán, Irán y otros países dominados por el islamismo?

En verdad, esta gente sigue anclada en plena Guerra Fría defendiendo lo mismo que defendieron durante muchos años los partidos comunistas en Occidente, donde arrastraron tras de sí a intelectuales como Sartre y a no pocos obreros que defendieron con pasión a la dictadura soviética poniendo en cuestión la democracia norteamericana, y las europeas, dentro de las cuales nunca llegaron a gobernar, pero impulsaron referencias tan antidemocráticas como en las que ahora nadan sus «hijos», estos progres que defienden lo indefendible y no han pronunciado una sola frase en contra de los asesinos de Hamás, que tan sólo hace unos días asesinaron con un tiro en la nuca a seis de los judíos que habían hecho rehenes.

Y lo peor es que representantes de estas facciones antidemocráticas forman parte del gobierno de España, «un gobierno de progreso» en palabras de Pedro Sánchez. Pues bien, si esos que alaban las dictaduras y callan ante la barbarie islamista de Hamás son progresistas, yo debo de ser el arzobispo de Valladolid.

Lo que no se entiende es que Sánchez, dueño y señor del PSOE, se haya olvidado de sus antecesores en la Secretaría General y haya entregado la llave de una parte del Gobierno a semejante tropa.


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