En el último número de la Revista Española de Pedagogía se ha publicado un artículo firmado por Francisco López-Rupérez, que es director de la cátedra de Políticas Educativas en la Universidad Camilo José Cela. La analista Olga R. Sanmartín acaba de publicar en El Mundo una reseña de dicho informe.
Si se comparan los datos PISA (OCDE) de Cataluña con los de Madrid, la diferencia a favor de Madrid es equivalente a un año académico. Es decir, de los 27 puntos de distancia entre ambas regiones que existen en las notas de PISA, el 77% es atribuible a la inmersión, que en Cataluña se aplica en todas las asignaturas salvo Lengua Castellana, que cuenta con dos o tres horas semanales.
Los que tienen como lengua materna el catalán obtienen 495 puntos en Matemáticas, 489 en Lectura y 503 en Ciencias, frente a 461, 456 y 471 respectivamente de los que tienen el castellano como lengua materna.
En cualquier caso, es preciso tener en cuenta que las familias que se comunican en castellano están, de media, menos dotadas económicamente que las catalanoparlantes y el estudio que aquí se comenta separa ambos efectos negativos sobre los rendimientos escolares.
Ya en 2019 los analistas españoles Carabaña y Fernández-Enguita estudiaron el sentimiento de pertenencia al centro escolar de los alumnos y llegaron a la conclusión de que ese sentimiento es notablemente menor en comunidades autónomas bilingües. Los autores plantean como hipótesis explicativa una «diglosia escuela-sociedad»: el sentimiento de pertenencia a la escuela disminuye cuando la lengua de enseñanza es la de menor uso social.
«Enseñar en la lengua materna beneficia a los alumnos, y especialmente a los que pertenecen a sectores económicos peor dotados»
En cualquier caso, la Unesco y otros investigadores han llegado hace años a la conclusión siguiente: enseñar en la lengua materna beneficia a los alumnos, y especialmente a los que pertenecen a sectores económicos peor dotados.
Este tipo de estudios comparativos en torno a la inmersión lingüística son escasos porque los separatistas los dificultan. Según el director del estudio que aquí se comenta, «a pesar de que los problemas en relación con este asunto se han ido incrementando con el tiempo, no ha aumentado la investigación porque ésta es una cuestión que tiene connotaciones políticas evidentes y adentrarse en un campo que está a mitad de camino entre lo educativo y lo político resulta arriesgado para la academia».
Otro trabajo de dos economistas, Irma Clots y Paolo Masella, realizado a partir de encuestas hechas en Cataluña muestra que los alumnos sometidos a la enseñanza en catalán acaban teniendo sentimientos catalanes más fuertes. El efecto también afecta a las preferencias políticas.
Damià Bardera, profesor de Filosofía en un IES de Gerona, acaba de publicar un libro titulado Incompetencias básicas (Ed. Pórtico) en el cual analiza este asunto. En una reciente entrevista en El Mundo afirma: «podemos ser de derechas o de izquierdas, pero lo que tenemos ahora es un desastre. […] Se supone que la educación es de izquierdas en Cataluña porque es inclusiva, pero es una falsa escuela inclusiva».
Para los separatistas la lengua ha sustituido a la raza a la que se agarraron los padres fundadores del nacionalismo (la raza catalana, la raza vasca, naturalmente razas superiores, y ahora son las lenguas superiores) y de poco valen los daños que esa superioridad lingüística está haciendo a los hijos de los castellanohablantes, que son la mayoría demográfica tanto en Cataluña como en el País Vasco.